Mientras que en el año 1950 se consumían anualmente una media de 26 kilos de carne por persona, actualmente se consumen más de 60 Kilos por persona al año. ¿No es lógico pensar que dicho aumento puede tener consecuencias? Los médicos en la actualidad se enfrentan con más enfermedades cardiovasculares, tensión alta, exceso de peso o diabetes melitus, también están aumentando las enfermedades de las articulaciones y las enfermedades tumorales, y esto a pesar de los adelantos de la medicina moderna. Sin embargo es interesante constatar que estas enfermedades aumentan a la par que el consumo de carne.
La horrible y cruel afirmación de que los seres humanos deben consumir la carne y las excreciones de los animales como parte de una dieta equilibrada es un mito monstruoso largamente simbolizado y propagado por nuestra pirámide de alimentos. Es muy difícil hacer comprender a las personas esta necesidad clamante del planeta para cambiar nuestros hábitos de consumo, sobre todo cuando existen intereses tan encontrados y anclados en la memoria familiar.
La idea de que la carne es necesaria para la salud fue rebatida por la ciencia hace ya tiempo. En las últimas décadas se han realizado muchas investigaciones epidemiológicas, y se ha demostrado que el consumo de carne guarda una relación directa con muchas enfermedades, precisamente con las grandes enfermedades de la civilización como las enfermedades cardiovasculares, la diabetes, el exceso de peso, la gota y el cáncer. En diciembre del año 2010 se publicaron los resultados de una investigación sueca en la que se demostraba que el riesgo de derrame cerebral en las mujeres estaba directamente relacionado con el consumo de carne.
Desde el punto de vista nutritivo, la carne, según de qué clase sea, consta de hasta un 10% de grasa, aproximadamente un 25% de proteínas, y de aproximadamente un 70% de agua. Además contiene hierro, potasio y sodio, así como vitamina A, B, D y K, sustancias que nuestro organismo necesita.
Si bien la carne tiene un 25% de proteínas el alga Espirulina tiene un 65%. Otras algas, como la Klamath también tienen ese promedio de proteínas. La soja texturizada seca contiene un 34%, las semillas de calabaza un 30%, el extracto de levadura de cerveza un 27%, y el seitán o gluten 25%. A continuación le siguen las judías secas crudas con un 23,5%, los piñones un 22,3%, lentejas 22,7%, cacahuete tostado 23,5% y los garbanzos 21%. En general, las legumbres se han de combinar con un cereal (como el arroz) para completar los aminoácidos necesarios.
El factor que hace que la proteínas sea mejor o peor, además de la cantidad, es su disponibilidad. Las proteínas del huevo son, por ejemplo, mucho más disponibles. La de la soja es también mucho mejor. Además, hemos de contemplar el uso continuado de antibióticos en los animales que consumimos y otras sustancias químicas a las que se ven sometidos, así como a los modelos de confinamiento de las granjas que producen kilos, no animales.
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Estoy de acuerdo. Cada día consumimos más toxinas.