El alimento del Procomún

Si logramos despetrolizar la producción de nuestro alimento en el ámbito local, “la alimentación básica” dejará de estar en manos del capital financiero. Además acudirá a salvar otros comunes: la democracia, la sanidad, las becas, las pensiones, el seguro de desempleo, el derecho universal a una nutrición equilibrada…etc.

El “procomún” (traducción al castellano del “commons” anglosajón), es un modelo de gobernanza para el bien común. La manera de producir y gestionar en comunidad bienes y recursos, tangibles e intangibles, que nos pertenecen a todos, o mejor, que no pertenecen a nadie. (colabora.org)

En Foodtopia, creemos que nuestra sociedad camina hacia una crisis mundial “perfecta” y sin precedentes, debida a la confluencia simultánea de grandes fenómenos: ambientales (Calentamiento Global y deterioro general del agua, el suelo y el aire), demográficos (crecimiento, envejecimiento y desplazamiento poblacional), financieros (incremento de la deuda, desequilibrio de la riqueza…), y la decadencia en la gestión de nuestros alimentos y su impacto sanitario y económico, y por último sociales, que se reflejan, en millones de familias sin ingresos caminando hacia la frontera de la exclusión, con un aumento diario del tercer sector.

Detrás de esta importante metástasis del sistema, que la ciencia ha empezado a definir como Antropoceno, subyace “el petróleo” y la factura de la entropía generada, desde que el coronel Edwin L. Drake, perforara el primer pozo del mundo en 1859, este fenómeno, dio lugar a que conforme fluía el crudo, se incrementaba exponencialmente el número de habitantes del planeta.

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En este momento, somos más de 7.000 millones de individuos, ignorantes de cómo hemos llegado hasta aquí, y hacia dónde vamos. En la cúspide del “statu quo“ estamos siendo avisados tenuemente de la existencia de datos objetivos e irrefutables que constatan que se consume más petróleo del que se produce (Peak del petróleo), y que la ciencia y la técnica, en este momento y a medio plazo, no dispone de sustituto.

Desde los años setenta, nuestro sistema político encadenado al neoliberalismo económico, generó una sociedad adocenada, que refutaba permanentemente los datos de las Curvas del Club de Roma/MIT (Los límites del crecimiento).

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Estos datos nos advertían de que los humanos crecíamos y consumíamos exponencialmente un recurso solar producido durante cientos de millones de años, abandonando la “isoentropia” que supone vivir de la biomasa. Hoy en nuestro país (en pleno peak oil), consumimos cerca de 30 veces la energía que necesitamos para estar vivos: la energía de nuestra ingesta.

Nuestra forma de alimentarnos, en este momento crítico, consume 10 veces la energía contenida en el propio alimento, pero además la ingesta:

·         Genera el 40% de los gases de efecto invernadero de origen antropogénico.

·         Es responsable, junto a la obesidad de entre el 40 y 53% de todos los canceres, además del 60% de todas las defunciones anticipadas a nuestra esperanza de vida.

·         Si sumamos el gasto alimentario y el sanitario inducido, de acuerdo con las medias nacionales, supone en una familia de 4 miembros, el doble del salario mínimo. Este gasto es deslocalizado diariamente de las ciudades a través de las compañías de distribución y farmacéuticas, siendo muy superior a los presupuestos de comunidades y ayuntamientos.

Foodtopia, propone un nuevo sistema alimentario conectando los cinturones locales agrícolas con las fabricas urbanas que incorporan la tecnología disruptiva (NODOS), y un nuevo sistema de distribución, que permite desvincular la producción del alimento del consumo de energía fósil.

Para conseguir el Alimento del Procomún, es necesario implicar a distintos actores sociales y asignar responsabilidades:

Los gobiernos: tienen una especial responsabilidad en asegurar que el sistema es resiliente y en resolver las necesidades básicas de sus electores de forma tan equitativa como sea posible. Evaluando, revisando, uniendo a las partes, haciendo planes, educando e implicando al público, cambiando políticas e incentivando, controlando y ajustando.

La comunidad: Debe empezar evaluando el sistema alimentario local. Este proceso de evaluación debería ser llevado a cabo en cooperación con el gobierno, identificando, educando e implicando al público para desarrollar un único programa estratégico local que esté coordinado con los programas gubernamentales. Apoyar a los individuos y a las familias. Controlar y ajustar. Todos estos esfuerzos deben ser continuamente ajustados para asegurar que todos los sectores de la comunidad están incluidos en el proceso de transición, y que el proceso funciona para todos tan fácilmente como sea posible.

Empresas e instituciones: Son empresas relevantes las granjas, tiendas, procesadores, mayoristas y restaurantes. Evaluar las vulnerabilidades. Elaborar un plan  Trabajar con el gobierno y con los grupos comunitarios.  Educar e implicar a los proveedores y consumidores. Controlar y ajustar.

Individuo y familia: La transición alimentaria y agrícola en última instancia desciende hasta las elecciones hechas en el mercado y los platos consumidos en la mesa. Evaluación de las vulnerabilidades y oportunidades alimentarias.  Hacer un plan. Huerto familiar. Desarrollar relaciones con los productores locales. Implicarse en esfuerzos comunitarios. Controlar y ajustar.

La nutrición es un derecho universal, donde el NODO genera la soberanía alimentaria en el espacio urbano, la tecnología aporta el coste marginal de la transformación, y la energía es el sol, desvinculando la alimentación del petróleo y creando nuevas reglas de juego.

La tecnología en pro del bien común.

Ilustración de Carla Boserman

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