Utopía

“Utopia” son palabras mayores: la serie de Channel 4 hace en esta segunda temporada un análisis profundo y escalofriante de las motivaciones de Mr. Rabbit para la incipiente eugenesia con el virus Janus. ¿Cuál es el precio para salvar el futuro de la humanidad?, es el mensaje que yace en esta nueva entrega de “Utopia”.

Son muchos y variados los diálogos que en esta segunda temporada te dejan helado, no sólo por las connotaciones ficticias sino por el impactante parecido con la actualidad. El «ébola», gripe aviar, y otros virus de dudosa naturaleza son tratados en la serie como parte del plan trazado por una organización secreta por encima de los gobiernos que pretende evitar el colapso de recursos que se nos avecina, de una forma radical.

En un macabro monólogo, un autómata dispuesto a liberar el virus habla con una madre ecologista: «¿Por qué lo tuvo (a su hijo), entonces? Nada consume carbono como un humano del primer mundo. Y aun así usted creó uno. ¿Por qué? ¿Por qué haría eso? Producirá 515 toneladas de carbono durante su vida. Eso equivale a cuarenta camiones. Tenerle a él es el equivalente a casi 6.500 vuelos a París. Podría haber volado noventa veces al año, ida y vuelta, casi cada semana de su vida, y todavía no tendría el mismo impacto en el planeta que su nacimiento. Por no mencionar los pesticidas, detergentes, la enorme cantidad de plásticos, los combustibles nucleares usados para mantenerle caliente. Su nacimiento fue un acto egoísta. Fue brutal. Ha condenado a otros al sufrimiento. De hecho, si realmente le importara lo que haría sería rajarle la garganta ahora mismo. O yo podría hacerlo por usted. Podría sacar mi cuchillo, hacer una incisión en su cuello, e irme. Cogería mi autobús allí y usted habría hecho más que su parte por el futuro de la humanidad. Podría hacerlo ahora.»

Y pese a que «todo» es ficticio, muchos de los diálogos son muy muy reales y sitúan el fin de los alimentos para el próximo siglo, fin del pescado para el 2040, en el 2080 se acaba el gas y en el 2090 fin del petróleo. Ahora nos convencemos de que ¡la ficción siempre tiene algo de realidad!

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